Hoy hablaremos de un hombre que se convirtió en leyenda y que tuvo la dicha de nacer en estas tierras y vivir siempre junto a su amor, el mar, frente al cual también murió.
Oliverio Maciel Díaz, quien vio la luz en la comunidad de Pantla, allá por el año de 1924, aunque muy pequeño vino a vivir a zihuatanejo, donde surgió un amor de toda la vida con el mar.
Hombre dedicado desde su primera juventud, casi niñez, a la pesca pero, fundamentalmente al buceo; no olvidemos que también fue ejidatario de Zihuatanejo, aunque la verdad sea dicha, no era muy aficionado a la vida agrícola, él decía que le gustaba más la actividad del mar, ya que la vida de campesino era muy dura y así, prefirió el mar en lugar de darle la espalda al sol mientras se surca la tierra y eso que, según dicen pescadores viejos, el buen Oliverio al principio se mareaba cuando se subía a una lancha. Hay quienes dicen que Oliverio debió haber sido pez y que por alguna causa mutó en especie terrestre, la verdad es que él se desplazaba mejor en el mar que en la tierra, tan es así que al caminar en el suelo, lo hacía con cierta dificultad, en cambio bajo el mar, se desplazaba como pez en el agua y dicen que buceaba hasta dormido.
“Verio”, como le decían sus hijos y amigos, entre los cuales tuve el orgullo de contarme, se casó muy joven con la Sra. Alicia Castro Sánchez con quien procreó ocho hijos, de los cuales ya falleció nuestro buen amigo Luis Roberto, otro de ellos: Oliverio, “Oli”, fue mi compañero de primaria y con quien conservamos una bonita amistad surgida en nuestra infancia. Una novena hija, la última, supongo, Claudia Maciel Martinez le acompañó durante sus últimos años de vida allá en su casa y restaurante ubicado cerca de Playa Quieta en Ixtapa; con Claudia me une gran empatía surgida de nuestra relación de maestro-alumna en el Tecnológico de Zihuatanejo, también ahí tuve de alumna a una de las hijas de Luis Roberto, Leylani, muy linda. Tuve la fortuna de cultivar amistad con Oliverio sobre todo con motivo de que allá por los años 80 coincidíamos frecuentemente en el Hotel Club Mediterranee, cuando esa hospedería era solo para adultos y se hacían buenas veladas con música, bebidas y mujeres, él llegaba con su luenga barba blanca, cubierto de una túnica del mismo color y un largo tridente, fiel reflejo de la imagen del Dios Neptuno, era todo un espectáculo.
Oliverio, sin tener maestro alguno que lo guiase, se convirtió en un buzo profesional, habiendo empezado a bucear a pulmón, esto es sin tanques de oxígeno, convirtiéndose en un brillante instructor de buceo, teniendo entre sus discípulos a artistas nacionales y extranjeros, políticos, incluyendo presidentes de la república, empresarios y por supuesto, mujeres jóvenes y hermosas.
se convirtió en actor de cine por casualidad, habiendo participado en películas filmadas en nuestro país tales como “Ciclón”, “Tintorera”, “Las pirañas aman en cuaresma” y “El triángulo de las bermudas”, al lado de Andrés García, Ofelia Medina, Isela Vega, Julio Alemán, Gonzalo Vega y Hugo Stiglitz. colaboró muy de cerca con el buzo Ramón Bravo en la filmación de reportajes submarinos. En japón participó en el filme “El niño y el tiburón” y cómo olvidar su participación como extra en la película “La vida no vale nada”, filmada aquí en Zihuatanejo con la participación estelar de Pedro Infante y Joaquin Pardavé.
Nuestro personaje, en unión de su esposa y sus ocho hijos, vivió muchos años en playa las gatas donde tenían un restaurante y como no había sistema de refrigeración, cuando llegaba un cliente se le ofrecían productos marinos los cuales eran extraídos de inmediato del mar por el propio Oliverio.
Él conocía el fondo marino de la zona como la palma de sus manos, la bahía de Zihuatanejo la recorría palmo a palmo y así fue como en cierta ocasión dio con un ancla,
la cadena que la sostenía y dos cañones, todo lo cual después se supo pertenecían al barco español “El Carmelo”, el cual en el siglo XVIII había sido hundido por el corsario inglés Anzon, el ancla permaneció buen tiempo en la playa de las gatas y los cañones y la cadena muchos años estuvieron en la “Casa Arcadia” que el empresario Carlos Barnard tenía junto al actual museo regional de Zihuatanejo, dicen algunos enterados que esos cañones se los llevó un expresidente municipal para su casa, yo no sé si es cierto, les cuento lo que la gente dice.
Nuestro amigo Oliverio supo cultivar amigos en todos los estratos sociales y políticos, era amigo tanto de un simple pescador y de un ejidatario que de empresarios, artistas y políticos; recibió reconocimientos muy variados, uno que él apreciaba mucho fue “El huevo de ónix” que le fue otorgado por el club de caricaturistas de méxico por haber sobrevivido dos semanas al smog de la ciudad de méxico.
Oliverio era hombre sencillo pero sin llegar a la humildad, como que sabía de lo sobresaliente de su personalidad.
Al darse el desarrollo de Ixtapa y Zihuatanejo Oliverio se volvió todo un personaje que sirvió de promoción a nuestro destino turístico; se le veía en eventos, reportajes y promocionales en televisión, revistas y periódicos, convirtiéndose en un referente obligado al hablarse tanto de Ixtapa como de Zihuatanejo, ya fuera en el país o en el extranjero, teniendo en operación durante muchos años y hasta su muerte un pequeño restaurante en la zona de playa Quieta donde recibía a su amigos con un buen tequila bien frío y admirando el Océano Pacífico en todo su esplendor, ahí lo sorprendió la muerte el 10 de julio de 2002 a la edad de 78 años, yéndose posteriormente a dar un abrazo eterno con su amor el mar donde fueron arrojadas sus cenizas, lugar desde el cual, ya sin mareos y sin necesidad de salir a respirar, se divierte nadando con tritones y Sirenas y diciéndole a Poseidón, “mira tocayo, te me vas haciendo a un lado que ya llegó el mero rey neptuno de Zihuatanejo y me dejas para mí solito las cincuenta nereidas, mismas de las que ya me dio sus manos mi suegro Nereo”.
Por Rodrigo Campos Aburto
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