Por AMELIA MOCTEZUMA O.
Algunas veces recibo invitaciones para conocer lugares que la naturaleza ha privilegiado con su belleza o exuberancia.
En esta ocasión llegó una desde Ixtapa-Zihuatanejo lo que me permitió una escapada a la costa de Guerrero. No se habló mucho sobre turismo de naturaleza en la región, pero es evidente que el destino tiene un enorme potencial en esta modalidad turística y puede consolidarlo como un binomio excepcional para los llamados ecoturistas, a menudo procedentes de otros países, deseosos de disfrutar de experiencias únicas.
Claro que todos hemos escuchado y leído argumentos para negar los beneficios de un desarrollo compatible con la conservación de la naturaleza. Pero de definitivamente se ha comprobado que el desarrollo sustentable no está reñido con la conservación de la biodiversidad, y si las actividades turísticas se efectúan bajo un esquema de respeto al entorno, no sólo pueden ser una alternativa para complementar los ingresos que las comunidades y habitantes de la zona obtienen tradicionalmente, sino que generan recursos que se invierten en la restauración, conservación y protección de su patrimonio natural, lo que evita su destrucción a través de otra actividad productiva.
Por supuesto que esta modalidad requiere desarrollarse bajo un código de conducta riguroso que evite que la seducción que ejercen en los aficionados a la naturaleza animales como ballenas, peces coralinos, mariposas monarca y osos polares –por mencionar de los más emblemáticos–, sea tal que las visitas masivas afecten zonas y especies particularmente sensibles.
Llegamos a Ixtapa con una apretada agenda en la que para mí destacó desde un primer momento la visita a Barra de Potosí. No sólo auguraba ser un divertido paseo en kayak, sino la oportunidad de conocer de cerca una zona de manglar bien conservado, con gran riqueza de aves silvestres, pues si bien la dupla Ixtapa-Zihuatanejo es reconocida por sus hermosas playas y bellos arrecifes, también tiene este otro atractivo menos conocido, pero no por ello menos vistoso.
Miles de turistas visitan cada año las playas de México, sin embargo sorprendentemente muy pocos saben que nuestro país ostenta el cuarto lugar mundial en biodiversidad, debido a la gran cantidad de especies de ora y fauna que habitan aquí; en superficie, el territorio ocupa sólo el 1.5% del total del planeta, pero alberga más del 10% de los 1.7 millones de especies conocidas. El estado de Guerrero, uno de los destinos playeros más visitados, tiene una geomorfología muy accidentada y compleja: está atravesado por la Sierra Madre del Sur y las Sierras del Norte y entre ambas se ubica la depresión del río Balsas. Como resultado de los escurrimientos al mar de la primera, al descender el agua a la planicie costera es interceptada por las largas barreras litorales, originando las lagunas costeras de barrera.
Es así como nace la laguna de Potosí.
En las costas del estado se alternan playas arenosas y rocosas que dan lugar a las grandes bahías, como Acapulco y Zihuatanejo; la de Potosí es otra amplia bahía abierta delimitada por la punta Garrobo y el morro (saliente rocosa) de Petatlán. En temporada de lluvias sucede un fenómeno muy interesante que provoca que se abra la barra que normalmente separa la laguna de Potosí de esta bahía, debido a que el agua de la laguna sube tanto que rebasa la barra, un banco formado por una cantidad enorme de arena que se desplaza al mar, con lo que se abre y cierra la laguna cada año. Junto a este lugar ubicado cerca de Zihuatanejo, hay un pequeño pueblo de pescadores llamado Barra de Potosí; sus habitantes ofrecen a los visitantes servicios de comida y paseos en sus lanchas y kayaks por la laguna, y por ello son los más interesados en conservar este paraíso.
El ecosistema de Barra de Potosí, es una de las áreas de mayor diversidad biológica en México, hábitat de 212 especies de aves silvestres –unas nativas y otras migratorias– de las cuales, 19 se encuentran en distintas categorías de riesgo de extinción.
De las 1,800 hectáreas que ocupa, 454 son de manglar.
No es casualidad que en 2009 la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO) haya incorporado la laguna de Potosí como sitio prioritario para la conservación, bajo la categoría de Sitio de Manglar con Relevancia Biológica y con necesidades de rehabilitación ecológica, además de ser considerada Área de Importancia para la Conservación de las Aves (AICA).
De aves, cocodrilos y otros animales
Es allí en donde a bordo de un kayak conducido por uno de los pobladores que me fue explicando y mostrando lo que se me pudiera escapar, inició un recorrido en donde avistamos gran cantidad de aves que llegan a ese paraíso natural. Partimos de una amplia playa en la cual por un lado teníamos el mar abierto y por el otro la laguna, a través de la cual nos fuimos remando. Me comentó mi guía que en esa playa hay arena negra o azul que proviene de las montañas; es de un color azul oscuro profundo porque contiene hierro (al grado de que los imanes la atraen). Yo no la vi, tal vez debido a que normalmente está cubierta por arena común y corriente y hay que escarbar más o menos 10 centímetros para encontrarla, pero me decía que se calienta más que la otra.
El agua de la laguna
–Un estero de más de 18 kilómetros rodeado por manglar– es tranquila, limpia y transparente, tanto que refleja en algunas partes el verde profundo de los manglares y el azul del cielo, como espejo que devuelve la bella imagen que se le presenta.
En este bosque de mangles se pueden encontrar tres especies: el mangle rojo (Rhizophora mangle), el mangle negro o prieto (Avicennia germinans) y el mangle botón o botoncillo (Conocarpus erectus).
En algunas áreas se distinguen claramente las raíces aéreas de estos árboles que salen como zancos del agua cual si tratasen de evitar mojar sus hojas; al acercarnos, mi acompañante me mostró varias que están cubiertas por pequeñas conchitas de crustáceos, pues este ecosistema desempeña un papel clave como resguardo, crianza y protección para muchas especies de fauna.
La enramada de raíces se entrelaza hasta arriba formando túneles a los lados, que invitan a adentrarse para descubrir quiénes se esconden tras esos mangles. Me dice mi guía mientras rema “sin el manglar no vivirían aquí tantos animales… peces, aves, reptiles y an bios” al tiempo que me muestra unas ranas. Y tiene razón, de toda la profusión de vida que hay, lo que no se ve, se escucha y el canto natural de las aves sólo es interrumpido por los remos cuando tocan la super cie para avanzar. Lo demás es silencio absoluto… Conforme avanzábamos, ayudada por el ojo entrenado de quien me llevó por esas aguas, pude ver de lejos algunas garzas blancas (Ardea alba) posadas en lo alto de los árboles, una garceta azul (Egretta tricolor) y una cigüeña (Mycteria americana) cerca de la orilla, y nadando en medio de
la laguna me pareció distinguir varios patos.
Entre las frágiles ramas de los manglares observé un pedrete corona negra (Nycticorax nycticorax) en su huída –inconfundible por sus ojos rojos contrastando con el gris y negro de sus plumas– y me sorprendieron varios pelícanos blancos (Pelecanus erythrorhynchos) en vuelo. Según mi diligente guía, que para este momento ya se había dado cuenta que más que el kayak, lo que estaba disfrutando era la cantidad de aves que me descubría con diestra habilidad, también ha visto cormoranes, fragatas, garzones, huilotas, zanates y seguramente muchos más de los que puede mencionar.
Alcanzamos a advertir un cocodrilo más bien chico que en cuanto nos escuchó se metió entre las raíces del manglar; dicen los pobladores que hay un sitio al nal de la laguna que es zona de cocodrilos, llamado Los Zanjones, a 20 kilómetros del pueblo donde no llegan los pescadores.
Viajando en apoyo a la convervación del manglar
Mientras regresábamos con rmé lo que ya he observado no sólo en anteriores viajes, sino a lo largo de los cientos de artículos que hemos publicado en la conservación de los recursos naturales es posible y puede ser exitosa si se involucra a las comunidades que viven en la región.
El joven que me llevó, me comentó que también es pescador, me mostró orgulloso su lancha mientras platicaba que hace tiempo todos los pescadores de la comunidad se opusieron a que en su bahía se construyera un muelle para cruceros, porque no quieren que se desarrolle un polo turístico en Barra de Potosí pues, al igual que advierten los especialistas, afectaría negativamente su manglar, su laguna y los recursos naturales de los que ellos viven. Tienen razón… Cuando llegamos al final del recorrido, al otro lado de la laguna a lo lejos en el mar, alcancé a ver ballenas jorobadas (Megaptera novaeangliae) saltando, que van llegando de su larga migración invernal para reproducirse en las cálidas aguas guerrerenses.
Al bajar del kayak y caminar me fijo en el suelo tratando de distinguir el arena azul; definitivamente esta arena es diferente, hace ruido cuando uno la pisa es menos fina, pero nada de arena azul… Visitar Ixtapa- Zihuatanejo es un gozo, ir a Barra de Potosí una delicia, pero sobre todo, es apoyar la conservación del manglar a través de la contratación de estas breves excursiones y luego terminar con una comida en las enramadas, pequeños restaurantes cubiertos con hojas de palma. Es apoyar a la comunidad para que ellos sigan cuidando esta laguna y este manglar para el futuro. Los humedales costeros son indispensables en la protección contra los fenómenos extremos cada vez más frecuentes y la subida del nivel del mar, provocados por el cambio climático. Hay muchos paseantes que no sólo quieren conocer lugares así, sino que buscan expresar su amor por la naturaleza y su conciencia ambiental, orientando sus preferencias hacia servicios que operen bajo estándares de cuidado ambiental y social. Aquí hay una oportunidad para hacerlo… y después ir a disfrutar las demás bellezas naturales de la región.
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