Acabo de terminar un estudio sobre este tema en varios municipios del país. Tuve la oportunidad de entrevistar a muchas personas en sus hogares y preguntarles cómo viven este problema, qué tanto les afecta, cómo lo enfrentan, a quién acuden y a qué lugar… Y sobre todo, cómo piensan que puede prevenirse.
En resumen, resulta que el problema es grave y complejo. De por sí la violencia es algo que se ha apoderado de nuestras ciudades y colonias, ahora resulta preocupante que también la vivamos y nos sintamos inseguros en el interior de nuestras propias casas.
Principalmente la sufren las mujeres adultas y es de tipo psicológico: insultos, gritos, humillaciones. En segundo lugar es de tipo físico con amenazas y golpes. También existe el maltrato hacia los hombres, hijos y personas mayores.
Percibí que a la gente le cuesta trabajo hablar de estos conflictos, por su cultura, y sobre todo cuando los han vivido directamente. Sin embargo, la mayoría respondió a mis preguntas. Resultó que el problema existe en todos los tamaños de familias, en todos los niveles socioeconómicos y no tiene que ver con la escolaridad… Se da en todas partes. También me di cuenta que falta mucha información sobre los derechos fundamentales de todos los mexicanos, como son el derecho a la vida, a la igualdad, la libertad y seguridad, la protección ante la ley, a la no discriminación, a la salud física y mental, así como a condiciones de trabajo justas y favorables.
Existen múltiples programas y recursos federales, estatales y municipales para la prevención, atención y seguimiento de la violencia intrafamiliar y contra las mujeres. Sin embargo, encontré que la población que los aprovecha es poca, y menos la que participa activamente en ellos, ya sea porque no los conoce, ni está informada sobre qué hacen, no les tiene confianza, no tiene tiempo, o simplemente no les interesa ni responden a sus necesidades.
Lo asombroso es que cuando pregunté que si les gustaría participar en actividades o proyectos para prevenir la violencia, más de la mitad de los encuestados respondió que sí les gustaría.
Además, aportaron valiosas propuestas como las siguientes: ser capacitados, (asistiendo a pláticas, cursos, talleres) para saber más acerca de estos problemas y de esta manera prepararse, o impartiendo lo anterior a nivel del trabajo con familias, grupos, comunidades. Mencionan también la posibilidad de orientar a la gente para que denuncie y no siga sufriendo, sepa en dónde puede recibir apoyo para una vida digna. Expresaron la voluntad para ofrecer testimonios propios, generar diálogos, repartir información, convocar y organizar eventos en escuelas, instituciones de gobierno, centros de salud, iglesias, etc.
En fin, me di cuenta y lo comparto, que existe un gran potencial por parte de los ciudadanos que quieren contribuir a prevenir y frenar la violencia intrafamiliar. De allí que sea importante plantear modelos de intervención capaces de integrar estas propuestas y generar proyectos conjuntos con el gobierno y las diferentes organizaciones de la sociedad civil.
Por Perla Martínez / Socióloga
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