Recientemente escuché a un amigo mío decir que disfrutara mi tiempo libre, que “el dinero no importa”, que debería distraerme en lugar de andar pensando en cómo hacer dinero, la verdad es que no lo tengo, pero sí me pongo a pensar cómo hacerle para tenerlo.
Él se dedica a reparar zapatos y afortunadamente tiene mucha clientela, además hace cinturones, billeteras y varias cosas que tienen que ver con la artesanía talabartera.
Tiene tanto trabajo que en muy pocas ocasiones puede hacer lo que aconseja, carece de empleados y no es posible tener cada pedido a tiempo, esto implica que el trabajo se acumule y que por lo tanto siempre esté saturado con tantos encargos. El punto es que recientemente me comentó que tenía muchos gastos, que tenía que pagar la renta, el teléfono y la luz como la Bartola, además tiene dos hijos los cuales están estudiando, uno a nivel bachillerato y otro a nivel profesional, a quienes tiene que apoyar económicamente. Cuando se quejaba de sus gastos, sarcásticamente contesté: no te preocupes, “el dinero no importa”.
No es la primera ocasión que he escuchado esa frase pero no había puesto atención detenidamente a ella; fue entonces que me puse a pensar que el dinero puede no importar solo en dos casos. El primero es que ya se cuente con un sustento donde cualquier gasto pueda ser solventado sin que perturbe nuestros ahorros, sin que nos quite la tranquilidad, sin que se borre la sonrisa del rostro o sin que veamos con mala cara a nuestra cónyuge, también cuando nuestros hijos hayan recibido el dinero suficiente para pagar sus colegiaturas o cooperaciones en las escuelas y nuestra salud o nuestras vacaciones se puedan pagar sin ninguna mortificación; solo así podemos exclamar lo anterior. Otro caso en el que el dinero no importa es cuando alguien, humanamente preocupado por la vida del otro, ha decidido dedicarse por completo a la vida espiritual, donde se puede abandonar todo lo material y olvidar que se tiene familia a la cual tenderle la mano y que verdaderamente pueda abandonar su historia personal cuando se consagre al servicio de Dios, y de esto se han visto casos contemporáneos. Creo que en estos dos casos podemos decir “el dinero no importa”, a reserva de que existan más.
Pero quienes queremos que nuestros hijos tenga una mejor calidad de vida, que estudien en los mejores colegios, quienes deseamos tener comodidades con algunas cosas materiales que nos alimentan el ego, quienes no queremos pasar el resto de nuestra vida trabajando y retirarnos pronto, no podemos hacer esa exclamación si aún no estamos en el caso primero.
Debemos buscar la forma de hacer que el dinero pueda darnos una lista de cosas que nos mantienen contentos y felices, todo esto sin tener que trabajar duramente por ello.
En muchos de los casos la falta de dinero hace que no podamos dormir bien, que nos preocupemos por cómo pagar las cosas que debemos y que la mayoría de las veces son cosas que no necesitamos pero que nos endeudan. La falta de dinero crea, en repetidas ocasiones, conflictos conyugales. En el libro “Padre Rico, Padre Pobre”, el autor Robert Kiyosaki dice que su padre pobre decía que la riqueza era el origen de todo mal, mientras que su padre rico decía que la pobreza era el origen de todo mal. Otra frase del mismo libro hace mención que lo más importante en el hombre es la vida pero que para vivir necesitamos del dinero. Lo importante del dinero es no querer aparentar que se tiene; si se tiene hay que disfrutarlo siempre y cuando no nos quite el sueño ni andemos malhumorados, es decir, cuando tengamos lo suficiente para darnos gusto. Si por el contrario no se tiene, hay que pensar y buscar la forma de atraparlo sin que nos llevemos toda la vida en ello, como el caso de mi amigo que ya lleva veinte años con su oficio sin que se le vea avance y que muy probablemente estará durante toda su vida trabajando duro, creyendo que algún día su situación será distinta. El dicho es “si siempre haces lo mismo, no esperes resultados diferentes”, y, si “el dinero no importa” para él, entonces ¿por qué trabajar tan arduamente?
Por Félix blanco nava
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